El escritor argentinoquería que su segunda novela “La Niña de Oro” (Anagrama, 2024) que es la primera novela policiaca que escribe, fuera absolutamente latinoamericana, desde el contexto económico, judicial y cultural, hasta la estructura y las características del género y las sombras de la impunidad y la injusticia que determina el sistema judicial de Argentina, Colombia o México, donde los sistemas legales los lleva una fiscalía; por eso él creó como protagonista a una fiscal mujer que, pese a toda la realidad, sólo quiere hacer bien su trabajo, resolver un crimen, acabar con la impunidad y hacer justicia.

“Me parecía que tenía que estar centrada la novela en la fiscalía, y lo que más me interesaba era la relación entre la fiscalía y la policía, que es una relación muy complicada, atravesada por cuestiones impenetrables para las dos partes, está la dinámica de la fiscalía y la dinámica de la policía que de pronto se encuentran y tratan de trabajar juntos, eso tiene que para mí tenía que estar muy presente y es algo que no aparece a menudo en la novela anglosajona”, señala en entrevista Pablo Maurette (Buenos Aires, 1979).

Una novela muy latinoamericana, muy argentina, incluso muy porteña, dice el también guionista de cine y profesor en la Florida State University, que sitúa su historia en 1999, en las vísperas de las navidades del año 2000, al final del milenio, tiempo en el que aparece asesinado en su casa de Buenos Aires el profesor Aníbal Doliner, las pistas apuntan a un chico prostituto albino apodado “Copito”, pero luego entra en el juego un brujo africano e incluso aparece una edición de 1758 del “Sistema de la naturaleza”, de Carlos Linneo, el llamado “Padre de la Taxonomía”.

En el desarrollo de esa investigación a Pablo Maurette le parecía muy importante “para una novela policial latinoamericana, el tema de la impunidad. En la Argentina es un tema muy presente, la gran sombra que oscurece el sistema legal, es la sombra de la impunidad”, y esa sombra tan latinoamericana es lo que también distingue a su novela policiaca de la novela policiaca anglosajona.

“No es que en los países anglosajones no haya impunidad, obviamente que la hay, pero en el policial anglosajón en general hay justicia, el malo muere o va preso, pero tiene que haber justicia, tiene que ganar el bien, tiene que reordenarse el mundo. Esa es la idea del policía: el mundo se desordena por un crimen y se vuelve a ordenar. Y eso no funcionaba para mí bien en un policial latinoamericano, no funciona en nuestra realidad, tenía que tener un rol, si no la incertidumbre, sí la impunidad. Esa impunidad y la relación entre la fiscalía y la policía son las dos ideas que me guiaron a lo largo de la novela”, apunta el también autor de “Atlas ilustrado del cuerpo humano”.

Maurette dice haber leí muchas novelas policiacas anglosajonas, algo de escandinavo, algo francés y de varios países, pero sabía desde el primer momento que tenía que ser “un policial muy latinoamericano, muy argentino. Siempre que hablo con alguien que la leyó y que no es argentino y que le gustó, me alegra muchísimo porque se traduce a España, a México, a Colombia, a veces temía que fuese demasiado porteño, pero no”.

Asegura que con el policiaco anglosajón el protagonista siempre es un policía o un detective o una policía o una detective, pero en nuestros sistemas legales es la fiscalía la que lleva adelante la investigación de un crimen, entonces solemos tener un sistema de injusticia y un sistema de impunidad. “En general para el tipo de homicidio como el que sucede en mi novela, en Argentina al menos, en general, se resuelven ese tipo de homicidios, pero hay muchas otras clases de crímenes que no se resuelven o muchas clases de crímenes que se podrían evitar y no se evitan, que también es otra forma de impunidad”.

Y si bien “La Niña de Oro” no es una novela de denuncia, ni mucho menos, sí es una novela que pinta el paisaje de esa Argentina de 1999, que es la que Pablo más conoce, la que dejó hace 20 años, aunque vuelve cada año --radica entre Estados Unidos e Italia-- una Argentina que dejó una sociedad mucho más polarizada.

“La novela transcurre en el año 99, en la década del 90 fue dominada por un por un gobierno en particular que hizo cosas buenas y cosas malas, pero entre las peores cosas que hizo fue que multiplicó la marginalidad, multiplicaron los asentamientos marginales que nosotros llamamos ‘villas miserias’, toda una generación de chicos que quedaron fuera del camino al progreso, por llamarlo de alguna manera, y no se ha vuelto atrás de eso. A partir de ese año hasta ahora, fue cada vez peor”, apunta Maurette.

Y en medio de esa realidad tan latinoamericana está su protagonista, Silvia Rey, la secretaria de fiscal que contrario a las novelas policiacas anglosajonas, ella es muy optimista.

“Me interesaba que fuera un personaje no cínico, no torturado, una persona optimista, una persona que quiere a toda costa hacer bien su trabajo, tiene un compromiso ético con su trabajo, eso para mí es el único grado de heroísmo verosímil en nuestras culturas, alguien que tiene real compromiso ético y quiere que las cosas se hagan bien, sin indolencia, sin lugar para ningún tipo de atajo, hasta las últimas consecuencias, y que está dispuesta a hacer ella misma cosas que no debería hacer, que debería delegar, pero entiende que hay cosas que si no las hace ella no las hace nadie”.

El personaje surgió de manera muy orgánica como mujer porque habló muchísimo con una fiscal en Buenos Aires que le enseñó y explicó cómo funciona el sistema, él se propuso, simplemente, que fuera una persona inteligente y sensible, nada más. Y surgió Silvia Rey, una mujer con la que se encariñó tanto que sabe que volverá en una nueva novela.

También quería que ella tuviera una relación con su padre muy fuerte, y donde él fuera una especie de oasis, un remanso de ternura, incluso de complicidad en medio de este mundo sórdido del crimen y del horror que está investigando, “fue un intento de contrapeso, no me gusta la literatura que se regodea en la sordidez, feo sobre horrible, horrible sobre horrible, me parece que tiene que haber momentos de luz que permita, además, que se aprecie más la oscuridad, porque pura oscuridad desensibiliza todo”.

Para Pablo Maurette la literatura sólo puede ser verdadera o falsa, aunque sea ficción, y dice que lo máximo lo que puede llegar el escritor, es a construir una verdad en forma de ficción, “creo que la única manera de aspirar a eso, yo no sé si lo logro o no, eso también depende de la relación entre el libro y cada lector, pero creo que la única manera de lograr eso es que surja de intereses y fascinaciones y fijaciones y obsesiones genuinas en el escritor”, concluye el narrador que está de visita en México y participará en la Feria Internacional del Libro Universitario, en Xalapa.

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